Quedé alelado cuando me clavaste tu mejor puñal, manchado de historias tristes que encierran un pasado de terror. Obra maestra del terror fue tu pasado, majestuosa obra de arte. Pudriste los rincones de todos los corazones que derramaron por ti una lágrima, que entregaron su sangre en un balde húmedo.
Y mírate ahora, llena de nada, vacía de todo. Jurando al cielo ser buena esclava de esta vida para no temer hasta la muerte. Paladeando envidia, respirando mezquindad, sufriendo por tu accionar. Sola y triste, como un vinilo de tango rescatado del polvillo. Esa mueca falsa no te la quita Dios, mi reina. Esa cara abúlica de felicidad o conformidad reluce como las estrellas de un cielo negro. El espejo anda muy cerca tuyo, encontrarás en él una silueta desdibujada y moribunda, con los días contados y el terror de huir para siempre. Estás a un paso de ese mercurio para verte reflejada en las sombras del abismo. No hay Paraíso ni Infierno, no existe la inmortalidad, no te salva nadie, la perdición te acompaña de la mano hacia las cumbres de la oscuridad, donde el misterio ruge fuerte y nadie sabe cómo llegar.