Temprano en la mañana me levanto para abrirle la puerta al Diablo; sin importar su petitorio ni sus malos modales. Él siempre me indica mis defectos y punza sobre el corte más doloroso de mi cuerpo. Sabe que lo espero, sabe que siempre le abro la puerta. Tiende a llegar por la mañana y a partir con la noche en su máximo esplendor.
No saltea días de lluvia, de frío ni de inmenso calor. Propone las citas en un solo lugar, no tolera esperar un minuto de más. Su postura es irreversible e irrefutable. Tan solo un cuestionamiento que ponga en su camino será el motivo de sufrimiento eterno.
Durante su estadía no hago más que seguir sus pasos. Me pasea por las siembras, me obliga a autoflagelarme y a correr en busca de respuestas certeras. Me atemoriza su presencia y me convierte en su siervo.
Sólo quiere llevarme consigo; pero no puede. Tengo un solo motivo por el cual todavía no camino junto a él. Puedo cautivarlo con mi blues en guitarra. Se atolondra al escucharlo una y otra vez, durante largas horas de la madrugada. Siempre la misma canción, el mismo blues. Ni tiene nombre, es infinito.
Ayer anduvo por aquí. Pidió whisky y limones, carnes y mujeres. No se atrevió a pedirme el blues y me desconcertó por un instante aunque luego lo toqué sin dejarlo de lado.
Sus visitas han conseguido disipar al miedo, la nostalgia se ha apaciguado, el odio se pierde en el olvido y sus modales ya no molestan. Es como recibir a un amigo; conozco sus costumbres y nunca es inexacto, nunca pierde, siempre gana. Él quiere lo suyo y siempre lo consigue. Conmigo solo quiere blues, muchas horas, sin parar. Quiere que mi guitarra suene, quiere que brille mi voz. Solo quiere blues, mucho blues porque él también una vez fue un hombre que perdió el sentido de la vida, se vio devastado y abandonó el juego. Murió en un cruce de caminos en Mississippi a cambio de una hora de lujuria, la cual se ha extendido en el tiempo y aún hoy continúa gozando. La vive sobre mi espalda y nunca nadie podrá detenerlo porque es invencible y tirano; solo podemos despertar en la mañana y abrirle la puerta para volver a cantar el blues que morirá cuándo él pretenda.