domingo, 8 de junio de 2014

Desde una tribuna

Un gol te da vida, un gol te da muerte. Rugen los miles desde una pendiente, atrincherados por el alambrado olímpico.
Tiemblan rodillas, se transpira agonía. Y la pelota rueda, sobre un césped caro que un pobre hombre dedicó su tiempo. Se cuentan millones, se vende alegría. Allá en las tribunas no caben suspiros.
El entusiasmo del domingo culmina en el llanto, en el vino, en las calles. Pero hay ilusión, mi amigo, de un divino partido.
Cantan los miles desde una barranca de cemento, de historia, de obreros. Rompen los miles la mano de obra, la cortesía, el sacrificio. A un gol de la gloria, a un gol del abismo estamos en camino del destino venidero. Progreso de involuciones, estupefaciente adictivo.
En los rincones de alguna nube y debajo de los rayos del sol, se aglomeran las ideas, se profundiza el magnetismo, se abstraen de la vida.
Por las cumbres de un estadio, las banderas ya se enrollan, las botellas ya se arrojan tras las piedras de un ladrillo, que picado varias veces y desecho como el tinte de una tarde de domingo, pican fuerte en el césped trabajado por un humilde tipo.

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