MADRUGADA
La madrugada tiene amordazados los ruidos.
Soledad.
Nadie.
El frío corre desnudo por la calle
apurando los pasos trasnochados.
La casa duerme.
Todos duermen.
Solamente el insomnio
sentado al lado de la cama
me mira,
escucha mis suspiros
me abraza fuertemente
en prolongado abrazo
y lloro, lloro
las ausencias,
el tiempo perdido.
Solamente frío y soledad,
soledad y frío
y mi renunciación.
-Otro poema de mi querida abuela, Olga Echavarren.
Nacida en Tacuarembó, en 1922.
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