jueves, 12 de febrero de 2015

El cielo no lo entiendo y al cielo yo no voy

Miro al cielo y no entiendo. Lo miro con detención y no lo comprendo. ¿Vos comprendés? ¿Vos entendés?
¡Miro el cielo y no entiendo! ¡lo miro desde tan lejos y no lo entiendo!
Estoy solo en la soledad del campo; lo miro y no lo entiendo. ¿Cómo será que otros lo entienden?
Muy solo siempre en soledad. El cielo no se entiende desde acá, desde esta nave. Es tétrico el invierno, desagradable, misteriosamente deplorable el cielo. Dicen que estás vos; allí, mirando con altura inmortal. Dicen, todos dicen, que les das una señal, que tu lugar es el cielo y desde allí gobernás.
A veces, se ve naranja; por momentos, negro como el alma. Cuando brilla no lo miro, no me importa. Si por allá estás, dame una señal. Nunca creí en vos. Se que no estás; sos pura imaginación, sos el regate perfecto ante el temor y la duda existencial.
Hoy prefiero darte una oportunidad, la única en este viaje. Sos el protagonista de la esencia, de la eternidad, de la fe, del amor, del existir en un libro traidor, interesante pero traidor al fin. Sos obra de la mezquindad y la plaga; del remordimiento y el rencor, de la muerte y la violencia.
Sos la degracia, el provenir y las promesas. ¡Tus promesas!, sensatas para con el brujo que hechizó a la verdad. ¿No estás cansado? ¿De veras no te agotas?
Me urge una incógnita certera en mi interior, capaz de mortalizarte. Nada de lo que te rodea y de lo que te crean es verdad. Jugás sucio. Has hecho todo mal, has huido y dejado en vano este pedazo de infinito. Brillás en las buenas y te ausentas en las malas. Pudrite en tu infierno, en la casa del rival que al cerrar los ojos te esperará en su mesa, afilará sus dientes y rebalsará de ira.
Miro tu reino y no se entiende nada. Horas tras horas mirando al sur; cada viento que sopla y tormenta que ruge me confirman tu ausencia. Te escapás hasta ser justificado. ¿Alguien presume inmortalidad?
Que alguien me explique que hay, que pulula por las colinas de la oscuridad. Lo tengo acá nomas, a mi alcance. Se deja ver, está manchado por nubes; lo siento mortal. Espero su fin. Fin imaginario de rocas incesantes que caerán hasta terminar con la especie. Y en alguna dimensión pasada o futura volveremos a caer. El ocaso se aproxima, la infancia terminó. Te aluden con plegarias para que luego puedan volver a soñar. Eluden el sin sentido alborotado, esquivan esta mente sanada de llorar.
Grandes metales de poliestileno son los encargados en conducirnos a la ruina. Feroz ruina del deseo que culmina en la ignorancia y en la estupidez.
Mirando el cielo no comprendo si de verdad existe o es alimento de un estereotipo de sueño sin despertar. Probá en soñar algún día; tus pupilas girarán en torno a ti. ¿Y si te digo que no pierdas la fe ni la esperanza? ¿Que invirtamos los roles? ¿Si te hago creer en nosotros podrás aguantar el sufrimiento?
Te verás en direcciones sin salida, rezarás oraciones vacías y a nuestro gusto, te enviaremos señales y culparemos tus actos con penitencias caras y desoladas: con leyes y reglamentos de cualquier ocurrencia.
Que confuso parece el cielo; sus grises diamantes que deslumbran el camino. Pedazo de materia en fundición, reciclador de chatarra. Sangriento y elegante infinito de misterio. Interrogante plano de curva forma. Arrogante sos si estás en el y no te das a conocer. Todo me lleva a todos lados y a ninguna parte. Veo el desgaste de mi rostro con el paso del tiempo. Viejo e invisible verdugo; en el sí creo. Él no se cansa, corre sin frenar en interminables y variados ritmos. No pide oraciones ni culpa a crueles, débiles y zonzos. A veces te cura y otras te ayuda a sanar. No te exige recompensas ni premios; no está escrito en libros ni se fosiliza en la conciencia. Solo se presenta en el momento preciso. Allí hay que ser consciente de uno, mirarse hacia adentro y aceptar.
El tiempo llega y lo seguirá haciendo; sus garras se conocen en historias y vivencias. En cambio lo tuyo es incomprensible, tu existencia no me convence y mi escepticismo no me asusta. No le temo a tus venganzas; terror me tengo porque se que estoy apto para hacer el mal. Allí tengo miedo y huyo de mis cabales. El cielo no lo entiendo y al cielo yo no voy.

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